Valentina Zelaya (1992), oriunda de Bahía Blanca y Gianni Lucas Crisci (1992) de Dorrego, se conocieron un verano en Monte Hermoso, un partido de la costa atlántica argentina. Después de pasar varias temporadas veraneando y trabajando juntos, decidieron mudarse a Buenos Aires. Allí cursaron estudios en la Universidad de Buenos Aires (UBA), ella en Letras y él en Comunicación.
Unos años después, mientras ambos trabajaban en otras cosas, fueron gestando la posibilidad de una librería, y en 2018 fundaron Mandolina, una librería “casera y ambulante”, en palabras de Valentina. “Cuando empezamos íbamos mucho a ferias y nos apalancamos en Instagram sobre todo”, contó a Señalador la directora de Mandolina.
“Desde el inicio le dimos mucha importancia a la curaduría y la recomendación de editoriales independientes”, dijo en conversación telefónica desde Buenos Aires. “Miramos nuestra biblioteca y empezamos a vender lo que leíamos y nos gustaba. Después fuimos ampliando el horizonte y dejándonos llevar por recomendaciones de lectoras y lectores, y cuando pudimos ampliar el equipo, el catálogo creció también con el aporte de nuestras libreras”.

De las ferias pasaron a un showroom donde compartían espacio con otros proyectos. Luego llevaron la librería a su casa, funcionando a puertas cerradas mientras desarrollaban la tienda virtual. “Cuando llegó la pandemia ya estábamos con esa estructura online instalada y eso nos favoreció bastante porque entre los primeros rubros que permitió envío a domicilio estábamos las librerías”, recordó Valentina.
En ese momento llegó a Mandolina Imanol Zelaya (1997), hermano de Valentina y actual encargado de la sede madrileña. “Ima se quedó varado en Bs. As. en casa, conmigo y con Gianni, ahí empezó a hacer el reparto de los libros en bici”, contó Valentina a Señalador.
“De repente durante esos días nos encontramos con la casa llena de libros”, completó Imanol. “Entonces Valentina me propuso hacer delivery de libros y me tocó salir con la bicicleta a repartir por una ciudad que no conocía, fue algo único, conocí muchos rincones de Buenos Aires pedaleando por las calles medio desiertas”, recordó desde el café de la sede de Madrid, ubicada en Calle de Caravajales, 19, en el barrio de Arganzuela.
En ese momento crecieron mucho y fue cuando pensaron la posibilidad de la librería física. “Ya veníamos organizando eventos y talleres también en otros espacios. Sabíamos que en presencia suceden muchas más cosas. Y a finales de 2020 abrimos la librería de Belgrano. ”, dijo Valentina.
Cuatro años después, Valentina y Gianni viajaron a Madrid con la idea de abrir en la capital española una sede de Mandolina. Imanol que estaba viviendo en Francia los fue a visitar y pasaron fin de año juntos pensando el proyecto, buscando locales y haciendo averiguaciones de cara a la apertura. Los tiempos de preparación y puesta en marcha eran reducidos ya que contaban únicamente con los 90 días permitidos para turistas.

Cuando encontraron el local, Imanol decidió instalarse en Madrid para involucrarse de lleno con el proyecto. A finales de febrero, antes de llegar al barrio de Arganzuela, estuvieron dos horas en Tirso de Molina, “abrimos y al rato llegó la policía para notificarnos de que no se podía ejercer ninguna actividad en el local porque la propiedad estaba clausurada”, contó Imanol, información que al parecer no conocían los propietarios que les alquilaban entonces.
“Fue muy caótico todo, tuvimos que desalojar a la gente que estaba dentro”, recordó Imanol. Luego de varios idas y vueltas con los propietarios, les tocó finalmente buscar otro local y hacer borrón y cuenta nueva. Al poco tiempo consiguieron el local actual ubicado en Calle de Caravajales y pudieron abrir las puertas el pasado mes de abril.
“Yo todavía no conozco la librería en persona, voy a Madrid en septiembre, tengo muchas ganas de estar ahí”, contó Valentina.

Apenas entrar en la sede del barrio Arganzuela los visitantes son recibidos por la mesa de novedades, donde se despliegan los últimos títulos de las editoriales y libros del fondo de autoras y autores latinoamericanos. En el mismo piso se encuentra la sala de talleres y bajando las escaleras la cafetería y el espacio para presentaciones, charlas y música en vivo.
“Si bien hay otras librerías en Madrid y Barcelona como Olavide Bar de libros, La Mistral o Lata Peinada, principalmente, regentadas por dueños y libreras argentinas, no hay otra que tenga su sede matriz en Buenos Aires y haya dado el salto a poner una sucursal en Madrid así como nosotros, con el mismo nombre y la misma esencia, hasta donde sabemos somos la primera, y es algo que nos entusiasma mucho”, aseguró Valentina a Señalador.
“Desde el inicio tuvimos muy claro que nuestra idea era crecer y tener otro local en Argentina, fuera de la capital porque nosotros no somos de acá”, contó la fundadora de Mandolina desde la capital porteña. “Había una idea rondando de abrir una sucursal en Monte Hermoso”, la localidad donde se conocieron Valentina y Gianni, el lugar de veraneo de muchas personas de Bahía Blanca y Dorrego por su cercanía.

“Después nos fuimos dando cuenta de que muchas de las cosas que hacemos acá, como talleres, actividades culturales híbridas, club de lectura con vino o una cata de té con libros, todavía no están tan exploradas en otros lugares y nos interesaba expandir nuestro modelo porque escritoras o amigos que viajaban nos decían que no se veía mucho ese tipo de actividades”, continuó Valentina.
El modelo que les interesa poner en práctica en Madrid es el modelo de las librerías independientes argentinas, “como lo entendemos en Mandolina, es un espacio donde principalmente hay un fondo armado y pensado con mucha atención por parte de las libreras y libreros. Cuando llega el catálogo de una editorial con las novedades, ya sea grande o chica, hacemos un trabajo detenido, mirando bien los libros, pensando en cómo pueden funcionar con nuestra comunidad. Hacemos una curaduría muy nuestra, eso pasa mucho acá con las librerías independientes y también hay mucha retroalimentación con la comunidad”, dijo Valentina.
Por su parte, Imanol contó que a tres meses de abrir, ya tienen algunos clientes fieles, gente que se ha llevado un libro y ha vuelto. “Eso nos llena de orgullo porque recién estamos empezando y creemos que ese es el camino a seguir, hacer una comunidad como se hizo en estos años en Mandolina de Buenos Aires», afirmó.

Buscan trasladar el carácter de librería de barrio con el que se caracteriza la librería del barrio de Belgrano, donde el trato es muy cercano y en donde además de libros ofrecen una agenda con diferentes alternativas que van desde presentaciones de libros a música en directo, café, talleres y espacio para clubs y grupos de lectura.
“Estamos construyendo la librería de a poco porque también queremos conversar con la escena local, no nos interesa ser una burbuja que solo vende libros argentinos, al contrario, queremos estar en diálogo con lo que está pasando. El desafío más grande está en no imponer algo ajeno a la gente del lugar donde está inserta la librería. Creemos que nuestro trabajo está en dialogar con Madrid y con el barrio en particular teniendo presente la esencia de la que venimos y la confianza en nuestro fondo de autores y autoras”, dijo Valentina a Señalador.
Entre las diferencias en cuestiones de mercado, contó que han podido comprobar lo que muchas autoras y editoras que al viajar comentaban, “las novedades son abrumadoras, la cantidad de libros del mercado español es desbordante”, confesó. “Eso nos hizo ver que la cultura de librerías independientes acá en Argentina funciona a contrapelo de la de España. Nuestros catálogos son más artesanales, más selectos”, agregó.

Por su parte, Imanol aseguró que “intentan poner al alcance de los lectores y lectoras títulos que no son tan mainstream y dar a conocer aquellos que no llegan tanto a España desde Argentina y Latinoamérica”.
En relación a la selección de libros, Valentina agregó que “el catálogo es muy plástico, lo que mantiene como eje es que no tenemos ningún libro porque sí. Elegimos los libros porque a alguien del equipo le apasiona, nos lo recomendaron o nos resuena”.
Otra de las propuestas de Mandolina en palabras de Valetina es “llevar a Madrid nuestra forma de trabajar como libreras y libreros”. Y contó que en su recorrido por librerías de Madrid observó “que la experiencia no está tan atravesada por la asistencia del librero como en Buenos Aires, acá somos mucho más proactivas las libreras, hay más instancia de conversación e intercambio”.
A la vuelta de su estancia en Madrid conversó sobre esto con Anna, librera de la sede argentina, que también trabajó como librera en Barcelona, donde nació. “La comprendí mucho más después de ver cómo funcionan los libreros en España. Ana hizo una transformación con el tiempo, al principio era más reservada y luego se fue soltando. Noté una postura más estática en los libreros, acá salimos a buscar al cliente desde la conversación, será también que somos más charletas”, compartió con Señalador.

El equipo de Buenos Aires está compuesto por Cecilia, Elu, y Anna. En Madrid, además de Imanol se completa con Julita y Fran, ambos argentinos, con trayectorias y experiencias diversas en el mundo de la dramaturgia, los libros y la escritura.
“Los libreros están aprendiendo el oficio, ni Imanol, ni Julita, ni Fran fueron antes libreros, y está bueno ver llegar a una persona lectora y ver cómo se van formando también en el oficio, es parte de nuestro modelo. Nos inclinamos a personas que no trabajaron antes como libreros. No nos resulta un requisito excluyente”, dijo Valentina y recordó que ella misma y Gianni se fueron formando en el oficio al andar, en el camino, y también ahora lo hacen con un doble equipo en dos ciudades separadas por miles de kilómetros.
“Nos interesa la experiencia de que una persona se vaya formando en la librería porque consideramos que hay algo más importante que el conocimiento sobre libros que tiene que suceder, que es un cierto trato, una amabilidad, una predisposición, un interés”, agregó la directora de Mandolina y aseguró que desde su mirada y experiencia “es más bien un trabajo de oficio, de conversar de manera más cercana. Si te apasionan los libros y más o menos te sabés vincular con la gente, se te da bien escuchar al otro, eso para nosotres es irremplazable porque si no te interesa la persona que tenés enfrente, eso es más difícil de aprender que todo lo que te falte por leer o aprender del oficio”.
Entre los libros más vendidos en Mandolina Madrid, Valentina destaca “Los sorrentinos” (Sigilo) de Virginia Higa, que también es un top venta en la librería porteña. “Diario del dinero” (Comisura) de Rosario Bléfari. Y por inercia del propio mercado contó que también se está vendiendo “La llamada” (Anagrama) de Leila Guerriero.
