
“Este archivo es un santuario para mi Madre muerta», dice Loza en su nuevo libro. Multifacético y siempre agudo, el autor cordobés se aventura a narrar el desencuentro entre una madre y un hijo, una zona de misterios, que explora a través de la memoria y de la búsqueda entre los escombros del lenguaje.
«Hay otras presencias que se fueron, pero solo ella quedó brillando, misteriosa e incomprensible (…) Creo que estoy escribiendo en círculos. No avanzo. Acabo de nombrar a mi Madre y el mundo todavía no se desintegró”.
En Archivo Madre, Loza recurre a la poesía, sus recuerdos, imágenes, sensaciones, y testimonios familiares.
En versos, el escritor describe algunos aspectos de este vínculo “estrecho e incompatible”: El hijo se avergüenza de la Madre / la Madre tiene vergüenza del hijo / la historia infinita de la vergüenza.
“A mí no me interesa mi voz personal, pero creo que el personaje del libro está hablando de un colectivo -de personas- que siente cosas parecidas, que ha sido ofendida, o que siente que su vida no encajó en lo familiar. No creo en lo catártico, me interesa lo artístico, lo que puede hacer el lenguaje con esas zonas que pareciera que no tiene cómo nombrar”, contó el autor a Señalador.
El también dramaturgo escribió además una veintena de obras teatrales, dos de las cuales se encuentran actualmente en cartelera: Viento Blanco y El corazón del mundo. Entre sus libros publicados están Un espíritu modesto, Nadadores lentos, Noventa y nueve naturalezas muertas, Diario inconsciente y Pequeña novela de Oriente.
Archivo Madre se presentará este domingo 2 de noviembre a las 17.30 en la librería Medio Pan y Un Libro, ubicada en Virrey Avilés 3700.
Señalador (S): En el libro no solo aparecen pinceladas sobre tu madre y del vínculo madre e hijo, sino también la imposibilidad de narrar a esa madre ¿Por qué te interesó mostrar eso?
Santiago Loza (SL): Pienso que hay algo de una escritura de la imposibilidad. Me parece que no hay forma de narrar a la madre, o por lo menos yo no tengo forma. Lo que hay son intentos, como aproximaciones, ciertas hipótesis que se van armando. Pero se arman alrededor, como haciendo el perímetro de un misterio. Hay una zona que es un misterio, no solamente el misterio sobre quién fue realmente esa mujer, que para mí sigue siéndolo. Es como uno de los misterios fundacionales, supongo que de mi vida, pero de cualquier vida. Y ese misterio también nos constituye. Me era imposible no dejar testimonio del fracaso del intento. De intentar y fracasar. Y que eso mismo constituya un poco el humor que tiene el libro. Ese vínculo específico del personaje, que en parte vendría a ser mi persona, y esa mujer, era un vínculo que yo creo que tenía que ver con una zona azorada que había ahí. Había algo de perplejidad. Era un vínculo muy estrecho y al mismo tiempo incompatible. Había algo que no se podía terminar. Y en ese gran encuentro y desencuentro pendulaba esa relación. La escritura abraza ese desencuentro.
S: Buscaste fotos, buscaste en tu memoria y conversaste con tus hermanos ¿Qué otros recursos utilizaste para intentar esa narración?
SL: Cuando pensé o apareció la idea del archivo también me alivió pensar que era incompleto. Decir que es un archivo con algunos materiales, con lo que se pudo juntar. Algunos materiales están, otros no. Es como si de toda esta catástrofe, lo que sobrevivió hubiera ido a parar ahí. Cuando pensé que era un archivo, literal, como de computadora, donde se me armaba un archivo que voy alimentando, a lo que acudí fue a las fotos, fui a hacer ciertas preguntas, pero sobre todo fue como hacer un trabajo en la memoria. Y no solamente en la memoria, sino en qué narrativa había construido a través de todos estos años en algunas obras. Fui rastreando cómo ese relato “madre” había ido mutando, desapareciendo, apareciendo. También conversé con mis hermanos, lo que conversé decidí ponerlo porque estaba ese borde medio difuso entre esta escritura más documental y lo que deja de ser.

S: En la figura ‘Madre’ hay ambigüedades, aparecen claros oscuros, como en toda madre y en toda persona ¿qué desafíos se fueron presentando? ¿Te impusiste límites?
SL: Sí, hubo límites, porque lo que me pasa a mí cuando estoy escribiendo es que hago planes que pueden no cumplirse. En realidad al libro tardé bastante en escribirlo, como dos años. Lo escribí en el marco del taller de poesía de Laura Wittner. Es el segundo texto que escribo dentro del taller. El primero fue un libro de poesía que publicó Gog y Magog, que se llama “Noventa y nueve naturalezas muertas”. A mí me costaba escribir sobre mi madre. Yo escribo mucha ficción, pero era algo que no podía escribir. Entonces me propongo cosas que me parecen que me van a costar mucho o que no voy a poder. Fue un proyecto trabajoso, donde me proponía hacer casi como una entrada, una aproximación por mes. Intentar eso, entonces armaba una cantidad e iba encontrándole la forma. Por momentos era una voz más lírica, por momentos era como una crónica. Y lo que sucedía es que esa entrada era cotejada por Laura y por la grupa de compañeras que tenía. Yo iba cotejando a ver qué pasaba en esa lectura. Había un límite concreto de word, de página. Me pasaba que escribía tratando de armar una página, era como una zambullida, y para eso tenía que acudir a ciertas zonas de la memoria. En el taller estaba Júlia Barata, ella me dijo que quería dibujar el proceso y yo no entendía por qué. Me desconcertó al principio ¿cómo va a dibujar el proceso? Me parecía que era algo muy íntimo. Dudé. En un momento nos juntamos con Júlia. Yo había visto su libro “Familia” y lo que empezó a pasar es que ella me mandaba dibujos y algunos de esos dibujos se empezaron a adelantar, provocaron ciertos textos.
S: ¿Qué te pareció el resultado final con las ilustraciones?
SL: A mí me encanta, es muy precioso. Me gusta el objeto que ha quedado, me parece que dialogan, se complementan. También es bastante particular porque en un momento Júlia me pide ver a mi madre. Yo digo ¿hasta dónde esos dibujos podían tener cierto aire familiar o no? Pero también me divertía ponerme a mí como un personaje. Ella me hace personaje, entonces, cuando soy personaje dejo de ser yo. Ya empiezan a operar otras fuerzas, y algo de todo eso me conmueve.
S: La idea de escribir este libro ¿cómo surgió? ¿Es una forma de transitar el duelo?
SL: No, no necesariamente. Yo estuve varios años en el taller de Laura y es un lugar donde uno prueba con su mirada, que es súper lúcida, ciertas formas. No es que surgió como un ejercicio del taller, me pasaba que hacía mucho tiempo tenía deseos de escribir algo en relación a ese vínculo y no le daba el espacio a que eso sucediera o a entender cómo podría ser esa escritura, porque me ponía mal o porque no podía. Se trababa, se estancaba. De alguna manera, ese ámbito del taller me posibilitó incluso encontrar para mí esa forma ahuecada que tiene el archivo. Hace un tiempo hablaba con Adriana Riva, que fue compañera y que escribe la contratapa, ella me dice “Es un libro que vos no hubieses escrito si tu madre estuviese viva”. Claramente hay algo que tiene que ver con la distancia y con que el duelo ya pasó. Yo estoy escribiendo sobre un duelo no desde el duelo, sino cuando el duelo ya pasó.
S: En cuanto al proceso de trabajo y de escritura, ¿fue diferente a otros libros que has escrito?
SL: Tengo como la sensación de que cada libro ha sido muy diferente a otros procesos. Por ejemplo, Diario Inconsciente fue una escritura que estuvo muy acompañada por uno de los editores de Bosques Energético, Andrés Gallina. Y aparte era como un libro donde yo no sabía si eso era un libro o qué. En un momento los editores Andrés y Eugenia Pérez Tomas señalaron que esos textos eran un libro. En el caso de Archivo Madre, siento que algo de compartir una zona muy privada de ese vínculo, sobre todo con estas mujeres que eran mis compañeras -del taller-, que muchas de ellas eran madres, tenían otra forma de entender, o que han tenido otro tipo de experiencias en relación a la maternidad, a mí me armaba una buena dinámica de escritura. En sus miradas, no solo como escritoras, también había algo, indivisible, de muchas opiniones que tenían que ver con formas de entender. Algo de eso me parece que a mí me acompañó. Yo estuve dos años armando con ellas un libro y en un momento sentí que ya no tenía nada más para agregar. Podría haber seguido, pero sentía que escribía como pisando en falso. Hay algo de volver a ponerme en un rol de hijo inmediatamente con ellas, como escritoras.
S: ¿Leiste otros libros escritos por hijos o hijas sobre sus madres que te han inspirado?
SL: Sí, “El diario del duelo”, de Barthes. Después, hay una novela de Elena Ferrante, “El amor molesto”, que no tenía nada que ver, pero me pareció súper estimulante para pensar, porque esa novela es muy incorrecta en términos de lo que se supone que es la maternidad. Y después había una frase de Marguerite Duras, que hablaba bastante de la madre siempre, y decía como que la madre era esa zona de misterio, como que finalmente es la persona más desconocida y más loca que uno que tiene cerca. Me parece que el intento de Archivo Madre es una zona de tratar de comprender una diferencia, y hay algo que toca el libro con ciertas zonas de ofensas sociales, políticas, que tiene que ver con vivir en este país y que eso juega vínculos internos también. Situaciones internas de quiénes somos, por qué somos. Lo identitario y cómo se abraza a uno. Es una historia de la vergüenza también de ese vínculo.
S: ¿Y pudiste releerlo una vez publicado? ¿Qué sentiste al verlo publicado?
SL: He estado en algunas lecturas y no sé por qué leo siempre las mismas partes. Como si me costara leer otras partes. Entonces, como me han tirado buena onda en algunas lecturas públicas de algunas partes, leo esas. Cuando el libro entra en el dominio público me gusta lo que va pasando. Yo siempre tengo muchos temores de esa circulación y ha sido mucho más grata.
S: ¿Por qué sentiste importante publicar este libro? ¿Hay detrás un mensaje esencial que te interese transmitir?
SL: Con Diario inconsciente y con este libro, me pregunté y me he podido responder a la pregunta ¿por qué sería importante que aparezca esta voz? Para mí ha sido un trabajo tan complejo y esforzado llegar a este yo, que me parece que no debería avergonzarme de poder enunciar ese yo. Lo digo en términos de salud mental, incluso. Me parece que es casi un gesto digno y contagioso, pero además, pienso, en el caso de Archivo Madre, a mí no me interesa mi voz personal, sino que creo que ese personaje está hablando de un colectivo -de personas- que siente cosas parecidas, que ha sido ofendida, o que siente que su vida no encajó en lo familiar. Entonces, está bien que yo lo haga, como que lo hagan otras personas. No creo en lo catártico, me interesa lo artístico, lo que puede hacer el lenguaje con esas zonas que pareciera que no tiene cómo nombrar.
S: ¿Y cómo definís tu relación con la escritura?
SL: Por un lado hay algo en relación a la escritura que supongo tiene que ver con un oficio. Yo trabajo con distintas formas de escritura en distintos ámbitos. Por otro lado, voy buscando y reinventando eso que se supone que es el oficio, buscándole la vuelta para que no se achanche.
Cuando uno hace de su oficio la escritura empieza a tener ciertos yeites, mañas. Lo que intento es poner en jaque la propia escritura. Cuando me acerqué al taller de Laura yo sentía que mi escritura en teatro tenía un borde lírico, que era muy próximo a la poesía, pero no estaba seguro. Entonces fui a buscar que esa escena poética sucediera directamente, empezar a probar eso. Mi relación con la escritura la estoy buscando. Es algo que está, pero yo creo que nada está dado. Me sigo haciendo preguntas y la sigo acomplejando. Escribo, pero dudando, haciendo intentos. Es bastante peleada. Hay trechos temporales donde la escritura no sucede. Hay gente que escribe de tal hora a tal hora, yo me desorganizo bastante. Muchos de los textos que escribo son medios incompletos o están como cachados, pero pueden entrar en diálogo unos con otros. En los últimos años no tengo algo tan hiper productivo, entonces los textos que hago ahora cada vez los reescribo más y antes quizás no era así. No me parece algo conquistado la escritura, seguirá encontrando su forma.
